martes, 18 de agosto de 2015

LA NOBLE MISIÓN DE LA DOCENCIA


La persona que ejerce la hermosa profesión de la docencia no puede generar nunca en el estudiante la desesperanza, es decir, la imposibilidad de seguir intentando el aprendizaje las veces que sea posible, por más que le haya costado mucho, evitar llegar incluso a la tentación de descalificarlo o sembrarle la idea y hasta el sentimiento de imposibilidad determinante o definitivo, haciéndole creer que no nació para lograr ese propósito.
Por el contrario, el profesional de la enseñanza debe infundir una atmósfera positiva con amor y dedicación para que irrumpa en sus educandos una disposición hacia el cambio o el logro de sus competencias, pues la sociedad no se puede dar el lujo de perder a sus muchachos, es decir a quienes la van a transformar para mejorarla y humanizarla más.
El o la docente que no sepa que su profesión se lleva a cabo a través del amor y con la mejor disposición para impartir el conocimiento acompañado de la motivación, la paciencia, el esmero, la humildad, el valor de lograr su noble cometido debe buscarse otra profesión o por lo menos dedicarse a cambiar profundamente su actitud y retomar su apostolado tal cual es, para evitar defraudar la sociedad que lo ha puesto en el o ella sus  mejores auspicios.
Hay docente que pretenden apoyarse en su propias vivencias de cuando estudiantes, y hacer ver que esos métodos y esa lógicas si daban resultado puesto que ellos mismos son o fueron un ejemplo viviente de la eficiencias de los mismos; sin poner en duda esos logros, lo que olvidan es que el devenir humano implica cambios, y esos cambios se deben asumir, la realidad no se puede petrificar, y por lo tanto el o la docente debe asumir su magisterio asumiendo a esos cambios con criticidad y creatividad para mejorarlos y sin otras prerrogativas más que el querer asumir su compromiso con el presente y el futuro de la nación.
 Lcdo. William Manzanilla

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